jueves, 30 de septiembre de 2010

Ya soy una amenaza para la seguridad nacional

Como lo oís. Parece ser que hoy he violado gravemente la seguridad. Desde que estoy en este país ya he tenido un par de encuentros con la policía (por tener la música demasiado alta en mi piso, por acompañar a un borracho que se puso a mear frente a una sinagoga, o como aquí lo llaman, cometer un atentado antisemita...), pero el de hoy se ha llevado la palma.

Todo empezó esta mañana. Hoy no tenia clase hasta las 11 y como llevaba un par de días sin apenas dormir por los exámenes pensé que podría aprovechar para descansar, pero estaba equivocado. De repente una alarma comenzó a sonar. Era la alarma de seguridad de la residencia, un sonido similar al chillido de los nueve Nazgul al unísono acompañado por flashes y relámpagos, como un pequeño simulacro del Juicio Final especialmente diseñado para hacerte salir.  No era la primera vez que sonaba, ya la había escuhado alguna vez y me había tocado desalojar el edificio. De hecho si no hubiera sido la CUARTA vez que se oía en día y medio habría bajado también, pero ya era demasiado, así que me coloqué los cascos, me puse la música a tope y a seguir descansando. 


Pocos minutos después, viendo que llegaba tarde a clase, me vestí corriendo, engullí un tazón de Cheerios y fui corriendo hacia los ascensores. Los habían inutilizado. Salí a galope por las escaleras de emergencia y cuando llegué a la entrada (en la foto) me encuentro bajo una intensa lluvia a toda la gente de la residencia en la acera de enfrente y a una pareja de policías que al verme comienzan a señalarme y a gritar "He's got a bag, he's got a bag". Me acerqué a ellos para intentar explicarle que yo vivía en el edificio y que lo más peligroso que iban a encontrar en mi bolsa era el filo de mis hojas de apuntes. Cuando se convencieron de que podían hablar conmigo sin mantener la mano sobre la pistola, me dijeron que les diera mis datos y que había recibido una sanción por violar la seguridad. ¡Violar la seguridad! No me lo estaba creyendo... Si lo único que no quería era llegar tarde a clase. Me despedí de aquel gorila concentrando todo mi odio en la sonrisa más grande que pude articular en aquel momento e intentando no pegarle a un grito a una argentina que no paraba de preguntarme "¿Pero David, por que bajaste tan tarde?".
 
Llegué a clase empapado, nada más entrar me resbalé y casi me parto la cabeza contra una butaca. Si no había sido ya bastante con dar la nota en la residencia, también tuve que llamar la atención en todo el auditorio... Todas las cabezas se giraron hacia mi, pero bueno después de lo que me acababa de pasar, esto era una mera anécdota.

Puede parecer que este asco de día había acabado ahí, pero no. Ahora tengo que soportar el cachondeo de mi compañero de piso, que ya me llama "el terrorista" y me sonríe cuando se oye una  sirena de policía, y las incómodas miradas de la gente cuando cojo un ascensor, que no puede evitar preguntarme: "What happened this morning with the cops? Are you alright?"


Así que ya veis, que soy una amenaza para la seguridad... Pues nada, ya sea desde aquí o desde las celdas de aislamiento de los sótanos del FBI seguiré informando.Fdo: Deivid, "the red level threat".

viernes, 24 de septiembre de 2010

Identidad (I): ¿el nacionalismo se cura viajando?


"El nacionalismo se cura viajando", Pío Baroja
"Soy un nacionalista, pero no soy un patriota", Adolf Hitler



Siempre me ha gustado la primera cita. Siempre me ha parecido cierta la idea de que el nacionalismo era fruto de la cerrazón y la ignorancia. Ahora no estoy tan seguro.

El primer día que llegué a Washington, mientras paseaba por el centro me encontré la siguiente estatua:


"Ysabel I la Católica, Reina de Castilla, de Aragón, de las islas y tierra firme del Mar Océano", reza la inscripción. Es la sede de la Organización de los Estados Americanos. Una estatua de la reina más importante de España con una inscripción en castellano en mitad de la capital de América, unido a que en las primeras horas todo lo americano me parecía detestable, me dibujo una sonrisa y me llenó de orgullo. ¿Nacionalismo? No.Es necesario hacer una diferencia entre nacionalismo y patriotismo. El nacionalismo es un movimiento que pretende asociar un estado a una nación que no lo tiene; el patriotismo es un sentimiento de pertenencia a una nación-estado.

Dicho esto, lo que más me chocó es esa sensación. Siempre he criticado y critico muchas cosas de España y las ideas de "ciudadano del mundo" y de que "la patria son mis zapatos" se me antojaban curiosas. Sin embargo, no me ha sido posible dejar de sentir ese apego, ese "curar el nacionalismo viajando". Todo lo contrario, se hizo más latente. En el fondo supongo que la nación es como un hijo, por muchas cosas erróneas que haga le vas a seguir queriendo y cuando estás lejos de él sientes con más fuerza que es un elemento importante de tu vida. El nacionalismo en vez de intentar corregir los defectos de su hijo, criticarlo y hacerle rectificar, cierra los ojos ante ellos y le incita a continuar. El patriotismo, consciente de los defectos de su hijo e intentando ayudarle a corregirlos, no deja de quererlo.

Sí, España tiene un 20% de paro. Sí, España es el mayor consumidor de cocaína del mundo. Sí, España es el país que más ediciones de "Gran Hermano" ha emitido. Sí, España tiene un nivel educativo similar al de Uzbekistán. Sí, en España se regalan operaciones de pechos por los cumpleaños. Sí, en España Belén Esteban es más conocida que cualquiera de los ministros. Sí, en España se vota a Zapatero. Pero es España.

PD: Me gustaría saber vuestra opinión sobre la pregunta del título, especialmente la de aquellos que están perdidos por el mundo. ¿Se cura viajando? ¿Se refuerza aún más? Cualquier opinión es bienvenida y como dijo Teresa, este puede ser un buen soporte para empezar un debate interesante.

lunes, 13 de septiembre de 2010

It's been a hard night's day

Tras mucho tiempo sin actualizar y con unas semanas demasiado ocupadas he conseguido sacar un ratillo para escribir. Me gustaría hablar de otras muchas cosas, pero la actualidad manda, así que hablaré de mis últimas andanzas.

6.30. P.M. Banco de enfrente de la Casa Blanca. Pelayo y yo nos sentamos agotados después de todo un día dando vueltas por un mall, uno de estos faraónicos templos del capitalismo que tanto gustan por aquí. Levantarse costaba y mucho, pero el plan tenía buena pinta, así que nos armamos de valor y nos metimos en el metro. Última parada de la línea verde (ya ni siquiera estábamos en el Distrito de Columbia, habiamos llegado a Maryland, léase quinto pino). Nos bajamos y cogemos un autobús hasta National Harbor, una zona de compras y embarcaciones de recreo a los pies del Potomac.


Estábamos los dos solos en el autobús. Para ir a donde íbamos debería haber mucha más gente. Última parada del autobús. "Tú, tú, Deivid, que estas tienes camisetas de los Beatles" me dice Pelayo. Las de las camisetas se rieron y respondieron en español: "Sí, váis bien, es un par de cuadras más allá". Supusimos que la chica no hacía referencia a ningún establo sino a las manzanas y seguimos el rastro de camisetas de los Beatles.

"...I´m in love with her and I feel fine..."

Conforme avanzábamos la música se oía más. Al final de la calle unos cartelones nos confirmaron que habíamos llegado bien. Era "Abbey Road on the River, the world's largest Beatles inspired festival". Miles de fans de los Beatles en más de cien conciertos de "tribute bands" de los Beatles, proyección de sus películas, colecciones de sus trajes, conferencias...



Entramos corriendo y empezamos a ir de concierto en concierto de grupos de todo el mundo tocando sus canciones hasta que llegó el concierto estrella de la noche: 214 canciones de los Beatles tocadas sin interrupción por el mismo grupo. Todo iba genial hasta que se nos ocurrió mirar los horarios de vuelta de los autobuses... El último había salido a las 11:30... demasiado tarde... "¿Y ahora qué hacemos?" La opción del taxi no parecía viable porque estando en el quinto pino y al precio de los taxis aquí, de $100 no bajaba. ¿Coger una habitación de un hotel? Viendo la pinta del hotel, más caro que el taxi seguro. Y el siguiente autobús no salía hasta las 8:25 de la mañana siguiente. "¿Qué hacemos entonces?". Por lo que pudiera pasar decidimos comprar provisiones (wraps a la Maria Elena Elena) y ya improvisaríamos sobre la marcha...



Acabado el último concierto decidimos explorar el hotel, porque, al fin y al cabo, ¿qué más podíamos hacer? Empezamos a caminar y caminar por unos pasillos inacabables y encontramos desde un cuarteto de cuerda tocando en medio del pasillo hasta... hasta... hasta una convención de la Asociación de Comercio de Uganda. Intentamos camuflarnos en la fiesta, pero el que no estuvieramos interesados en las rutas comerciales Kampala - Dar es Salaam que nos mostraban y el hecho (quizá más notorio) de que eramos los únicos blancos hizo imposible que nos integráramos en la fiesta, ni siquiera cuando Pelayo se puso a imitar a Léopold Sédar Senghor (para más datos consultar la página 217 del libro "Historia del Mundo Contemporáneo", 1º Bachillerato, Ed. Edelvives).



El cansancio comenzó a hacer mella y empezamos a buscar un sitio para dormir mientras yo me preguntaba en qué momento de mi vida dejé de ser un caballero y me convertí en un polizón de hoteles de lujo. Un family restroom parecía bastante cómodo y podíamos encerrarnos para que no nos molestara nadie, pero pensándolo dos veces, la imagen que podían dar dos tipos encerrados en un baño no era demasiado atractiva (por no mencionar que casualidosamente las pulseras del festival eran banderas del arco iris...). Desechada la idea, e intentando esquivar a los de la limpieza (especialmente a uno con el que nos habíamos cruzado diez veces en un par de horas y que ya nos miraba con recelo) nos metimos detrás de unas escaleras donde nadie podría molestarnos. ¿Nadie? La patrulla de la limpieza nos persiguió y comenzó a pasar la aspiradora al lado de las escaleras. Ya agotados, nos tiramos en un sofá de cuero en mitad de un pasillo y pudimos dormir hasta que una señora que fingía estar preocupada por nosotros (tirados en un sofá y medio muertos, tenía cierta lógica la preocupación) nos echó.

Desnutridos, con frío y sueño salimos fuera a esperar al autobús, pero no llegaba... Una hora más tarde nos montamos y, no recuerdo muy bien cómo, pero llegamos a la cama. Estábamos tan cansados, que ni siquiera una paella a la que nos habían invitado nos logró levantar...

Así que, imitando a Clara, mi consejo de hoy es: antes de ir a un festival de los Beatles en el quinto pino, mira los horarios de vuelta de los autobuses, porque we should have known better...

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